Introducción

Entre los años 2011 y principios de 2020 había hecho la ruta tradicional del Camino, la  Francesa, tres veces, una vez desde Roncesvalles y dos desde St. Jean Pied de Port; el acceso Aragonés desde Somport hasta Puente la Reina; el Caminho Portugués desde Lisboa; y partes del Camino del Norte, conectando la segunda vez con la ruta Primitiva. En este último caso me reuní con un irreverente mexicano y una polaca que podía maldecir con fluidez en cinco idiomas diferentes, y desde Oviedo arrancamos con la misma misión de llegar a Santiago. En Tineo tuvimos que contratar una camioneta para saltar unos 117 kilómetros enterrados bajo la nieve de una tormenta fuera de temporada, pero nos comprometimos a volver para completar la ruta Primitiva como habíamos previsto, todo a pie. Aunque el COVID-19 levantó su cabeza fea para posponer esos planes, mantenemos vivo nuestro sueño.

He escrito tres libros sobre mis andanzas, Into Galicia, A Camino for Enrique y Different Paths, en los cuales he tratado de combinar mis sentimientos y reflexiones personales con la experiencia física de las peregrinaciones. Como comentó un crítico sobre Into Galicia, “Un gran diario de viaje. Una lectura obligada … para acompañar la agonía y la dicha de un viaje transformador". Me conmoví. Mi hija es muy generosa. 

Pasé casi cuarenta años en el Banco Interamericano de Desarrollo y, después de jubilarme en 2004, ha seguido igualmente comprometido con Princeton in Latin America (PiLA), una fundación sin fines de lucro cuya misión es brindar a recién graduados universitarios experiencias de servicio en esa región que les permite desarrollar las habilidades, el carácter y la compasión necesarios para servir como los líderes mundiales del futuro. Dos veces casado, esta vez para siempre, cuatro veces padre, cinco veces abuelo, bendecido por amistades de por vida, poco a poco he aprendido cómo perder mi corazón. Me siento como extranjero en nuestra casa en Bethesda, Maryland, en casa como extranjero en el exterior, incluyendo en el Camino.